BS"D || Rabbi Geier
Vayera 5778
Hay un flagelo mundial del que algunos pocos se ocupan. Es un mal que separa. Un mal que divide y no permite que la gente se acerque, o siquiera se conozca. Lo peor es que es un mal que arrastramos de pequeños. A veces nos lo transmiten nuestros padres. Otras se suman las escuelas. Otras, es la sociedad misma la que promueve que este mal se desarrole y propague. Y no siempre los gobiernos se ocupan de buscar la cura.
Me estoy refiriendo al prejuicio.
Un mal sumamente diseminado por todo el orbe. Por casi toda sociedad existente.
Vaiera no nos habla exactamente del prejuicio. Nos habla de los celos. Una madre como Sara que en otra situación tuvo la entereza de alma y de entrega de reconocer que le era imposible dar descendencia a su esposo, Abraham, y que, a la usanza de la época, le brinda a su mujer de confianza, la egipcia Hagar, para que lo haga.
Hete aquí que la situación cambia. Adonai le concede la enorme alegría de tener un hijo a una edad inusual y todo cambió de color. Surgen los celos, pero por sobre todo, surge esa sensación de que la sangre que va a dar la continuidad familiar, no necesariamente va a ser la propia. Y Sara le exige casi a Abraham que eche a Hagar y a Ishmael; que eche a su propio hijo de la casa.
Abraham provee a su segunda esposa y a su hijo de pan y agua y los despide al desierto.
Ya en el mismo, y con la provisión de agua acabada, fue Adonai quien en palabras de la Torá “abre los ojos de Hagar y divisa a la distancia un pozo de agua con el que logra saciar la sed de su hijo”. Y entonces llegamos al momento que quería que compartieramos hoy.
Hagar está observando cómo su hijo esta muriendo de sed. Y Rashi, nos cuenta en su comentario que en ese preciso momento estaban los ángeles observando desde los cielos y compartieron un diálogo con el Creador.
Relata el comentario de Rashi que éstos acusaban a Ishmael en aquel preciso momento diciendo: “Es posible que hagas aparecer un pozo de agua ante quien irá a matar de sed a tus hijos en el futuro? (Recordemos que fue precisamente de Ishmael que descendería el pueblo árabe). Y Adonai les respondió: “En este momento Ishmael es justo o malvado?”. Los ángeles respondieron: “Justo.” Y El Creador afirmó, entonces que Ishmael “es juzgado por sus actos presentes y no por sus acciones futuras”.
Si nos pusiéramos a razonar como los ángeles, y desde nuestra exclusiva óptica, podríamos decir que nos hubieramos evitado problemas, guerras, enfrentamientos y numerosas muertes, sólo si ese pozo de agua nunca hubiera aparecido.
Pero el colocar en un niño todo aquello que aún no ocurrió, cuando aún no es culpable y cuando la posibilidad de elección podría pesar por sobre el determinismo, no es correcto.
Y, sin embargo, muchos años más tarde cometemos errores similares. Nos cuesta compartir espacios, momentos ideas, con aquellos a quienes identificamos con tal o cual creencia. Con tal o cual ascendencia. Y embuimos de características ancestrales a quienes, quizás cambiaron su forma de pensar, o lo intentan.
Culpamos por errores del pasado a la gente que se enfrenta a sus congéneres interna o abiertamente sin dar lugar a la posibilidad de arrepentimiento o cambio.
Y peor aún, nos guiamos por apariencias más superficiales que las mencionadas, apartando de nuestro lado a gente proba que, como nosotros, brega por un mundo mejor.
En verdad, no hay forma de lograr ese mundo mejor, una convivencia sana, si no anulamos las barreras que nos imponen esos prejuicios. No hay forma de llegar al Tikún Olam si no logramos aceptar al otro como es y, respetando las diferencias, sacarle todo el cúmulo de mitos que hacen que los veamos inaccesibles.
Cuando en el comienzo de la parasha leemos “Y vió Sara al hijo de Hagar, la egipcia, que ella le había dado a Abraham, que se burlaba; dijo entonces a Abraham “Echa a esta esclava y a su hijo pues su hijo no habrá de heredar con mi hijo, con Itzjak “. (Bereshit 21), la pregunta que podemos hacernos es si realmente Ishmael se estaba burlando. Si acaso no estaba simplemente jugando con Itzjak como juega cualquier hermano y se burla en medio de ese juego. O quizás algo cegó a Sara y algún sentimiento negó la posibilidad de que viera con claridad.
Hay diversas interpretaciones acerca de este episodio de la supuesta “burla” de Ishmael para con Itzjak, y muchas inlcuyen un velo sobre los ojos que tergiversa la correcta lectura de lo ocurrido. Lo mismo le pasó a Hagar, cuando no pudo ver el pozo de agua. Si leemos con cuidado el relato, fue Adonai quien le abrió lso ojos. El pozo siempre estuvo allí, sólo que ella no podía verlo...
No existe nada más profundo que los sentimientos. Es lo más preciado que tenemos como seres humanos. Es aquello que nos mantiene unidos a través de las generaciones. Aquello que nos da el impulso para levantarnos cada día. Aquello que nos da la energía para seguir. Pero también son el velo más complicado de manejar. El generador de impulsos más difícil de controlar.
Nos pueden llevar a momentos sublimes de gozo, como a angustias terribles o conductas impulsivas que nos generarían consecuencias que no deseamos realmente.
Abramos los ojos y quitemosnos el velo que no nos deja ver y proceder claramente.
Sigamos en esta construcción.